El recurso infinito

He estado leyendo un libro lleno de buenas ideas sobre cómo podría la sociedad humana afrontar los graves problemas que se nos vendrán encima de aquí a 2050, en particular cómo producir energía, alimentos y agua potable suficientes para todos. Ramez Naam defiende en este libro la idea de que la fuerza que ha traído a la sociedad humana a su grado de desarrollo actual es también el recurso más poderoso que tenemos para hacer frente a las dificultades futuras: la innovación. La capacidad de innovar es, para el autor, nuestro recurso infinito.

Portada de The infinite resource, por Ramez Naam“A lo largo de la historia, el impulsor principal de la riqueza humana ha sido la creación de nuevas ideas, nuevos inventos, nuevos descubrimientos científicos, nuevas tecnologías y nuevos modos de organizarnos para aprovechar la abundancia que nos rodea”, afirma Naam. A la difundida idea de que la humanidad ha llegado al límite de su crecimiento porque ha agotado los recursos naturales disponibles, Naam opone notables ejemplos de las innovaciones que nos han traído del Paleolítico al mundo moderno y, lo más importante, el abanico de tecnologías que en la actualidad ofrecen vías para escapar de nuestros aparentes callejones sin salida. En contra de la afirmación pesimista de que el mundo está sobrepoblado, Naam argumenta que, puesto que más gente quiere decir más cerebros y por ende mayores posibilidades de nuevas ideas, debemos ver con alegría el crecimiento de la población. Concuerdo.

La historia ha demostrado que el planeta puede sostenernos, siempre que dediquemos todos los esfuerzos necesarios a fomentar más y mejores innovaciones. En su bien documentado libro, titulado The infinite resource: the power of ideas on a finite planet, Naam recorre varios de los problemas más apremiantes de nuestros días. El cuadro que pinta es sombrío, quizá hasta más sombrío que el que nos presentan algunos de los pesimistas que proponen poner alto al desarrollo. Pero, a diferencia de éstos, Naam examina qué alternativas tenemos para acelerar el progreso tecnológico y posibilitar mejores condiciones de vida para más personas.

¿Qué hay de cenar?

Tomemos un ejemplo. Meses atrás, examiné con un grupo de mis alumnos el concepto de seguridad alimentaria, esa situación ideal en la que todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades y preferencias alimentarias a fin de llevar una vida activa y sana, según reza la definición que diera en 1996 la Cumbre Mundial sobre la Alimentación.

Como se podrán imaginar, mis alumnos y yo comentamos un sinfín de problemas de toda índole, desde logísticos hasta socioeconómicos. Pero lo primero es lo primero, les subrayé; antes de pensar en cómo transportarlos o distribuirlos, los alimentos tienen que producirse. Según cálculos de la FAO, para 2050 la población mundial rebasará los 9,000 millones de seres humanos, de los cuales 70 % vivirán en zonas urbanas. Para alimentar a esos 9,000 millones de personas, dice la FAO, será necesario que la producción neta de alimentos crezca un 70 % respecto a la actual. Luego, la pregunta número uno es cómo aumentar en esa magnitud la producción neta mundial de alimentos en los próximos cuarenta años.

Rice researchers

Mejoramiento científico del arroz. Investigadoras del International Rice Research Institute buscan genes con cualidades específicas. Foto de R. Panaligan (IRRI Images).

Ramez Naam recuerda que allá en la década de 1960 se vendieron montones de libros que pronosticaban grandes hambrunas: presuntamente, la producción mundial de alimentos no podría seguirle el paso del crecimiento de la población. Autores como Paul Ehrlich dijeron que ya era demasiado tarde y que muy pronto, sin remedio, veríamos a cientos de millones de personas morir de hambre. El hecho es que en 1960, en promedio, había unas 2,200 calorías diarias por persona en los abastos mundiales; para 2010, la cifra había subido a 2,800. En 1960, había más o menos seis gramos de proteína por persona por día; hoy se dispone de casi ocho gramos por persona por día. Y eso que la población mundial creció de 3,000 millones de personas en 1960 a unos 7,000 millones en 2010. Se tiene entonces que reconocer que, tomadas las cifras globalmente, el crecimiento de la producción ha superado al crecimiento de la población.

No obstante, la cena no está asegurada. Para empezar, la comida no se reparte por igual en todo el mundo y, pese al progreso general, hay casi mil millones de personas que no tienen alimentos suficientes. Y enfrentamos algo más preocupante: en los últimos años la producción mundial de alimentos ha crecido a paso notablemente más lento, mientras que la demanda sigue aumentando con rapidez, no sólo por el crecimiento de la población, sino por la urbanización de las sociedades y el aumento de su capacidad de compra. Es verdad, entonces, que estamos llegando a un límite que de alguna manera se tiene que romper.

La solución no es abrir más tierras al cultivo o la ganadería. ¿Cuántos bosques tendríamos que talar? La producción de alimentos tiene que crecer sin aumentar gran cosa la superficie agrícola que ya tenemos y, de preferencia, deberá arrojar alimentos más nutritivos, reducir el uso de plaguicidas, disminuir el consumo de combustibles fósiles y echar menos nitrógeno a los océanos. Hay varias cosas que se pueden hacer al respecto. Por ejemplo, dar impulso serio a la acuicultura, capaz de aportar una respetable cantidad de proteína animal de buena calidad. Naam menciona asimismo novedosos invernaderos experimentales y técnicas agrícolas capaces de multiplicar varias veces los rendimientos por superficie y producir comida hasta en sótanos alumbrados con luz artificial.

IRRI Gene Bank

La biotecnología puede contribuir sustancialmente a aumentar los abastos y a crear mejores alimentos. En la imagen, un investigador trabaja en el banco genético del International Rice Research Institute. Foto: IRRI Images.

Pero la tecnología más prometedora, a juicio de Naam, es la producción de alimentos a partir de organismos genéticamente modificados. La próxima generación de estos organismos —quizá algunos capaces de crecer en agua salada, de soportar sequías muy prolongadas o de tomar nitrógeno directamente de la atmósfera— bien puede traer un aumento colosal en la producción total de alimentos, proporcionar alimentos más nutritivos y ayudar a disminuir la contaminación ambiental. Algunos de los nuevos cereales transgénicos ayudarán a vencer deficiencias vitamínicas o a combatir enfermedades humanas provocadas por virus.

Querer es poder

Naam tiene muy en cuenta el papel de la voluntad en la historia. “El que algo sea posible”, advierte, “no quiere decir que se haga realidad. Aun cuando nos es posible crecer en número y aumentar nuestra riqueza, no hay garantía de que lo hagamos. Los problemas que enfrentamos son muy reales. Frente a dificultades semejantes, algunas sociedades del pasado se han desmoronado. Otras han salido adelante.”

En ocasiones, las sociedades han escogido deliberadamente una ruta retrógrada, aun suicida. Naam menciona, entre otros, el caso de China. Hace unos siglos, esta nación llegó a ser la civilización más desarrollada del mundo, pero el gobierno chino de ese entonces no solamente le cerró las puertas a todo lo extranjero, sino que decidió ponerle alto a sus propias exploraciones marítimas y en 1424 quemó su flota de más de 300 buques, que había llegado ya a la costa oriental de África y que hubiera podido llegar a América antes que las tres humildes carabelas de Cristóbal Colón. Como resultado de ésas y otras decisiones semejantes, China se rezagó cada vez más frente a Europa, que apenas se levantaba de las consecuencias de la Peste Negra y la Guerra de los Cien Años.

Sin duda es difícil entender cómo puede una sociedad tomar una decisión semejante. Uno de los momentos débiles del libro es cuando Naam, tratando de explicar por qué las sociedades adoptan o rechazan un adelanto tecnológico, propone la tesis de que las ideas sufren una especie de selección natural darwiniana. Resulta tentador encontrar analogías entre ciertos procesos biológicos y los procesos involucrados en la innovación tecnológica; empero, además de que hoy sabemos que la selección natural por sí sola no puede explicar el todo de la evolución biológica, los propios ejemplos que ofrece Naam indican que hay procesos culturales mucho más complejos que definen por qué las sociedades se inclinan o no a procurar el progreso científico y tecnológico.

China's great Wall

La Gran Muralla China. Foto: Matt Barber (Flickr Creative Commons).

De hecho, cuando revisa casos concretos Naam no se ciñe a la explicación “darwiniana”. Él mismo dice que la cultura china de aquella época suprimió la evolución de las ideas, y a lo largo del libro nos habla del papel que factores como el mercado, la adopción del método científico o el exceso de centralización y burocratismo tienen a favor o en contra de la innovación. Yo aventuraría que, en último análisis, es el paradigma cultural dominante el que determina el rumbo que tome una sociedad.

The infinite resource: the power of ideas on a finite planet es un libro extenso —más de 500 páginas— y sería imposible mencionar aquí todos las aspectos que aborda. Pero he querido darles una idea de su contenido porque lo juzgo un libro importante y de lectura muy recomendable, cuyo optimismo ojalá inspire a muchos jóvenes innovadores.

Ramez Naam, científico experto en sistemas de computación, fue ejecutivo de Microsoft, donde trabajó 13 años, y es miembro del Institute for Ethics and Emerging Technologies. Ha escrito varios libros. Pueden visitar su sitio en la red haciendo clic en este ENLACE.

The infinite resource: the power of ideas on a finite planet fue editado este año por University Press of New England.

Un pensamiento en “El recurso infinito

  1. Es un tema muy interesante, y hasta cierto punto, como dice usted en alguna parte, controvertido, pues se pone en manifiesto la creciente necesidad de alimentos, y la falta de disponibilidad de los mismos. El problema no es hacia el 2050, la hambruna ya es un hecho que lamentablemente ha arrebatado miles de vidas en el mundo, como bien dice, hay que buscar nuevas tecnologías, y nuevos modos de producción que refresquen los modelos arcaicos que se utilizan, y que claramente son obsoletos para dar el abasto necesario. Sin embargo, en la primer parte del artículo, se lee algo interesante, la capacidad de innovar del humano es la clave. Yo tengo entendida una frase, que mas o menos dice que el ser humano avanza, crece y evoluciona, en base a los retos que se le presentan, el desarrollo cientifico y social son lo que mantiene a flote a cualquier civilización, lo que queda esperar, es el tiempo que tardara el hombre a adaptarse a esa situacion. Muy buena reseña profesora, interesante, y con una mezcla envolvente de situaciones preocupantes y alentadoras..

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