Hueles a pura tierra mojada

El otro día el colega bloguero Joseph Stromberg sacó en Surprising Science un artículo en relación con ese aroma fresco y agradable —el olor a tierra mojada— que invade el aire después de la lluvia, sobre todo cuando ésta cae tras un período de sequía.

Lluvia sobre las hojas

Gotas de lluvia sobre el follaje. Foto de Steve Garner (Flickr Creative Commons).

El distintivo aroma se conoce actualmente como petricor, palabra inventada en inglés —petrichor— por dos científicos australianos que allá por 1964 empezaron a estudiar en serio el fenómeno. Como lo recuerda Stromberg, los geólogos Isabel Joy Bear y R. G. Thomas acuñaron el término con las raíces griegas petra (piedra) e ikhor (el dorado fluido que corre por las venas de los dioses de la mitología griega), y lo usaron por primera vez en un artículo publicado en la revista Nature para dar a conocer sus primeros hallazgos.

Sus investigaciones llevaron a Bear y Thomas al descubrimiento de que uno de los componentes del peculiar aroma, el cual también podemos percibir muchas veces cuando volteamos tierra mojada en un jardín, proviene en parte de una mezcla de aceites secretados por algunas plantas durante la sequía. El aguacero mezcla varios compuestos de los aceites acumulados en las piedras y el suelo y los hace flotar en el aire.

Escultura en Tlaquepaque

«Guadalajara, Guadalajara, hueles a pura tierra mojada». Escultura en Tlaquepaque, Jalisco. Foto de Sam Blackman (Flickr Creative Commons).

Dichos compuestos se combinan frecuentemente con otras sustancias, en particular con geosmina, un compuesto orgánico volátil producido por actinobacterias que habitan en el suelo. Estas bacterias filamentosas se multiplican en el suelo cuando las condiciones son húmedas y tibias; pero, cuando el suelo se seca, las bacterias producen esporas. Cuando esto último ocurre, las bacterias secretan geosmina. Más tarde, al primer aguacero, la fuerza de la lluvia lanza las esporas al aire y éste lleva la geosmina a nuestra nariz, que, por su parte, es extremadamente sensible a dicha sustancia: la persona promedio puede detectar cuatro nanogramos de geosmina en un litro de aire.

No todos los organismos que producen geosmina son actinobacterias. También hay cianobacterias y algunos otros organismos capaces de producirla. Pero la mayor parte de la geosmina en el olor a tierra mojada depende de la actividad de las actinobacterias.

Kangaroos

Canguros. Foto de spaceodissey (Flickr Creative Commons).

El artículo de Stromberg me hizo recordar un dato curioso que leí no hace mucho en el libro Life of marsupials, de Hugh Tyndale-Biscoe (Sciro Publishing, 2005). Allá en Australia, cuando vuelven las lluvias luego de una larga sequía, los canguros responden de inmediato de manera peculiar: en estudios efectuados dos semanas después de unos buenos chubascos, 65 % de las hembras examinadas estaban en celo. Dado que se necesitan diez días para que los folículos ováricos maduren, los investigadores concluyeron que estaban ante una respuesta a la lluvia, no al crecimiento de comida que vendría después.

Tyndale-Biscoe especulaba que quizá el petricor estimula el estro en los canguros, aunque reconocía que esto no se ha investigado. A mí no me sorprendería que el petricor tenga ese efecto, puesto que presagia una época de abundancia de alimento, favorable para el desarrollo de las crías. Hace ya algunos años, en un libro de acuacultura que por desgracia he perdido, leí que los aceites ligados al petricor liberados en el agua después de un chubasco probablemente tienen un efecto semejante en ciertos peces, y me inclino a creer que sea por las mismas razones.

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